viernes, 22 de julio de 2011

Aun así "Te amo"


En la densa oscuridad Busco consuelo
En aquel momento de absoluta soledad
Te presentas ante mí como un cuervo
Negaba tu existencia aquel momento
Como una sombra de cuerpo entero
Aquella noche siento…
Tus brazos alrededor de mi cuerpo
Busco tus manos, busco tu rostro, busco tu cuerpo
Ignoraba este sentimiento
Que cubierto de polvo en absoluta agonía
Poco a poco se extinguía
Creía que todo no esto no existía
La oscuridad nos invadía
Aun así en tus brazos
Completamente feliz me sentía
Una vida llena de llanto, desaparecía…
Voces agonizantes inundaban nuestro goce
Aun así no me aparté
Y cuando parecía que te perdía
Yo tus labios hice míos, los besé.
Para ti...


martes, 19 de abril de 2011

Cuando veas millones de los muertos sin boca.

When you see millions of the mouthless dead; Charles Hamilton Sorley (1895-1915)

Cuando veas millones de los muertos sin boca
Atravesando tus sueños en pálidos batallones,
No pronuncies palabras suaves como otros hombres,
Pues no necesitas hacerlo.
No les regales elogios ¿cómo los sordos pueden saber
Que no son maldiciones las que se acumulan en sus cabezas?
Tampoco lágrimas, sus ojos ciegos no pueden ver tu llanto.
Ni honor; es fácil estar muerto.
Sólo dí esto: Ellos están muertos; y luego agrega:
Muchos mejores han muerto antes.
Entonces, observa la multitud apretada,
Y percibirás un rostro que antaño has amado.
Un espectro. Nadie viste aquel rostro abandonado.
La Gran Muerte hace tiempo los ha arrebatado.

lunes, 4 de abril de 2011

Tierra de Hadas.

Fairyland, Edgar Allan Poe.

Oscuros valles y tenebrosos pantanos,
sombríos bosques,
cuyas formas no podemos adivinar,
al impedirlo las lágrimas que caen por todas partes.
Enormes lunas que surgen y desaparecen
una vez, y otra, y otra,
a cada momento en la noche
-siempre cambiamdo de lugar-
oscureciendo los rayos del lucero
con el aliento de sus pálidos rostros.
Alrededor de las doce por el reloj lunar
una más nebulosa que las demás
(en un juicio,
decidieron que era la mejor)
desciende -abajo, más abajo-
con su centro sobre la corona
de la cumbre de una montaña,
mientras que su amplia circunferencia
de flotantes vestiduras cae
sobre aldeas, sobre pórticos,
dondequiera que estén
-sobre los lejanos bosques, sobre el mar-
sobre los espíritus alados,
sobre las cosas adormecidas,
y las envuelve completamente
en un laberinto de luz,
y entonces, ¡qué profunda! ¡oh, profunda!
es la pasión de su sueño.

Edgar Allan Poe.

Un Sueño dentro de un Sueño.

A Dream within a Dream, Edgar Allan Poe.

¡Toma este beso sobre tu frente!
Y, me despido de ti ahora,
No queda nada por confesar.
No se equivoca quien estima
Que mis días han sido un sueño;
Aún si la esperanza ha volado
En una noche, o en un día,
En una visión, o en ninguna,
¿Es por ello menor la partida?
Todo lo que vemos o imaginamos
Es sólo un sueño dentro de un sueño.

Me paro entre el bramido
De una costa atormentada por las olas,
Y sostengo en mi mano
Granos de la dorada arena.
¡Qué pocos! Sin embargo como se arrastran
Entre mis dedos hacia lo profundo,
Mientras lloro, ¡Mientras lloro!
¡Oh, Dios! ¿No puedo aferrarlos
Con más fuerza?
¡Oh, Dios! ¿No puedo salvar
Uno de la implacable marea?
¿Es todo lo que vemos o imaginamos
Un sueño dentro de un sueño?

Edgar Allan Poe (1809-1849)


domingo, 3 de abril de 2011

Epígrafe para un libro condenado.

Charles Baudelaire (1821-1867)

Lector apacible y bucólico,
Sobrio e ingenuo hombre de bien,
Tira este libro saturnal,
Orgiástico y melancólico.

Si no has estudiado retórica
Con Satán, el astuto decano,
¡tíralo!, no entenderías nada,
o me creerías histérico.

Mas si, sin dejarse hechizar,
Tus ojos saben hundirse en los abismos,
Léeme para aprender a amarme;
Alma singular que sufres
Y vas buscando tu paraíso,
¡compadéceme!... si no, ¡te maldigo!
Charles Baudelaire (1821-1867)

El vino de los amantes.

Le vin des amants, Charles Baudelaire (1821-1867)

¡Hoy es espléndido el espacio!
Sin freno, ni espuelas, ni brida,
Partamos a lomos del vino
Hacia un cielo mágico y divino.

Como dos ángeles torturados
Por un implacable placer
En el cristal azul del amanecer
Sigamos tras el espejismo.

Balanceándonos sobre el filo
Del torbellino inteligente,
En un delirio paralelo,

Hermana, navegando juntos,
Huiremos sin tregua o reposo
Al paraíso de mis sueños.

Charles Baudelaire (1821-1867)




El Vampiro.


Tú que como una cuchillada
entraste en mi triste pecho,
tú que, fuerte cual un rebaño
de demonios, viniste, loca,
a hacer tu lecho y tu dominio
en mi espíritu humillado.
--Infame a quien estoy unido
como a su cadena el galeote,
corno al juego el jugador,
como a la botella el borracho
como al gusano la carroña,
--¡maldita seas, maldita!
Rogué al rápido puñal
que mi libertad conquistara
dile al pérfido veneno
que socorriese mi cobardía.
Mas ¡ay! puñal y veneno
despreciándome, me han dicho:
"No mereces que te arranquen
de esa maldita esclavitud,
¡imbécil! --si de su imperio
nuestro esfuerzo te librara,
tus besos resucitarían de tu vampiro ¡el cadáver!".

Charles Baudelaire.

El amor y el cráneo.

L'amour et le crâne, Charles Baudelaire (1821-1867)

El amor está sentado en el cráneo
de la Humanidad,
y desde aquel trono, el profano
de risa desvergonzada,

sopla alegremente redondas pompas
que flotan en el aire,
alcanzando los mundos
en el corazón del éter.

El globo frágil y luminoso
toma un gran impulso,
estalla y exhala su alma delicada,
como un sueño de oro.

Y oigo el cráneo rogar y gemir
a cada burbuja:
-Este juego feroz y ridículo,
¿cuándo terminará?

Pues lo que tus labios crueles
esparcen sobre el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro,
¡mi sangre y mi carne!

El Amor Engañoso.




Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,
Paseando el hastío de tu mirar profundo,
Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento
Mientras suena la música que se pierde en los tejados.

Cuando veo, en el reflejo de la luz que la acaricia,
tu frente coronada de un mórbido atractivo;
donde las luces últimas del sol traen a la aurora,
y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos.

Me digo: ¡qué bella es! ¡qué lozanía extraña!
El ornado recuerdo, pesada y regia torre,
la corona, y su corazón, prensado como fruta,
y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.

¿Serás fruto que en otoño da maduros sabores?
¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?
¿Perfume que hace soñar en aromas desconocidos,
Almohadón acariciante o canasto de flores?

Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía
Que no guardan escondido ningún precioso secreto,
Bellos arcones sin joyas, medallones sin reliquias;
más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos ojos tuyos.

Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia,
alegrando al corazón que huye de la verdad?
¿Qué más da tontería en ti, o peor aún, la indiferencia?
Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.

Charles Baudelaire; grande entre grandes!

Al lector.
Charles Baudelaire.


Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavan
La mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,
y, como los mendigos alimentan sus piojos,
Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.

Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,
Con creces nos hacemos pagar lo confesado
Y tornamos alegres al lodoso camino
Creyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.

En la almohada del mal, es Satán Trimegisto
Quien con paciencia acuna nuestro arrobado espíritu
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntrego se evapora por obra de ese alquímico.

¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
A los objetos sórdidos les hallamos encanto
E, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,
Bajamos hacia el Orco un diario escalón.

Igual al disoluto que besa y mordisquea
El lacerado seno de una vieja ramera,
Si una ocasión se ofrece de placer clandestino
La exprimimos a fondo como seca naranja.

Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,
Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezas
Y, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmones
Desciende, río invisible, con apagado llanto.

Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,
No adornaron aún con sus raros dibujos
El banal cañamazo de nuestra pobre suerte,
Es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.

Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,
Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,
Los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,
En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza

¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!
Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritos
Convertiría, con gusto, a la tierra en escombro
Y, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;

¡Es el Tedio! -Anegado de un llanto involuntario,
Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.
Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,
-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!

Charles Baudelaire.



El albatros